viernes, 26 de marzo de 2010

Quality time


El otro día descubrí que soy diez años mayor que la mayoría de mis compañeros de clase. O lo descubrieron ellos. Yo ya sabía que era de los más mayores, pero no que fuese EL MÁS mayor. No imaginaba que ellos fuesen tan jóvenes. Ellos tampoco pensaban que yo fuese “tan mayor”. Palabras literales y dolorosas. ¿Será verdad o sólo una maniobra diplomática? Hay un punto, entre los treinta y los cuarenta, en el que parecer más mayor ya no mola. Pero intentar quitarse años desesperadamente es aún peor, completamente patético. Es el momento de pensárselo dos veces antes de tomar decisiones patéticas, y salir a la calle enseñando la goma de los calzoncillos. Dentro de un par de semanas es mi cumpleaños. Espero que nadie me regale unos calzoncillos cuya goma pretenden que enseñe. Que vayan a The Outpost y me compren cualquier cosa. Lo que sea, si es de allí, me va a gustar. ¿Una bolsa de Want Les Essentiels de la vie? Perfecto. ¿Unas gafas de Raf Simons? Mejor aún. Es lo bueno de cumplir treinta y tantos, que aprecias ese tipo de cosas en las que calidad prima por encima de todo lo demás. ¿Lo malo? Que la calidad se paga cara. Yque al año que viene serán treinta y tantos y uno más.

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