Siempre he sido partidario de que me regalen y regalar yo comida. Una cesta de fruta tropical potente, o un buen lote de Poncelet o Tutusaus, chocolate de Bernachon o pijadas varias de Delishop o Felix. Y si encima es un cheque regalo, pues mejor todavía. Reinvidiquemos los cheques regalos. Fuera caretas: todo el mundo sabe ya lo que han costado sus regalos, así que no pasa nada por que la cifra aparezca en una tarjetita. Los cheques regalo son un regalazo, y no hay que esforzarse en envolverlos, ni pesan. Gastarse 10 euros en botecito de guisantes con wasabi y chocolate duele, pero invertir en ellos parte (o todo, en el caso de regaladores un poquito rácanos) de un cheque regalo, es, nunca mejor dicho, un regalo.
jueves, 24 de diciembre de 2009
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