Otra de las cosas que me han traído los reyes magos ha sido una mañana de compras sin remordimientos. Y en rabajas, para más inri. Tras mi jornada rebajera barcelonesa, tan lógica y reflexionada, tan de fondo de armario, una segunda, madrileña, en la que voy a comprar no guíado por el cerebro, y ni siquiera por el corazón, sino siguiendo los dictados de a saber que órgano loco, porque si no no se explica que, a mis años, y a estas alturas, haya adquirido una camiseta de Baby Milo con el monito en cuestión acompañado del insportable Bob Esponja. Uno es fan de la esponja (y más aún de Calamardo), pero reconoce que este tipo de ¿merchandising? no cuadra con tener treinta y tantos. O no debería. Pasemos a la segunda compra absurda: unas gafas con la firma de Davidelfín, fabricadas por un productor regulero (ya podrían ser de Marcolini, o de Luxottica o de -preparen sus tarjetas de crédito- Linda Farrow) y bastante de medio pelo, la verdad. Compra impulsiva total y subidón de endorfinas automático. Tengo un par de cosas de esta persona-marca que me gusta y enerva a partes iguales. Es posible que él, que en el fondo fue de los últimos en llegar, sea uno de los pocos diseñadores de moda españoles que pueden permitirse el lujo de llamarse así. Diseña ropa y accesorios que vende (o no, ése es un problema) en una tienda real, con precios bastante reales y un nivel de estilo-concepto-ejecución que, tal y como están las cosas en el sector, no está nada mal. Que sea un fusilador descarado de diseños ajenos, que crea que él es el único que lee y va a exposiciones, que sus colecciones, en conjunto, nunca hayan despegado y sigan siendo inmaduras y obvias o que se centre en un mercado que posíblemente no exista en realidad es un poco lo de menos. Al menos entiende que la moda es deseo y fetichismo, seducción y artificio, realismo y sueño. David Delfín es una persona real y una empresa real, no sólo un mero recolector de subvenciones que, temporada tras temporada, se ríe del contribuyente desde el backstage de un desfile provinciano de la Pasarela Cibeles.
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2 comentarios:
Me chiflan las gafas de Linda Farrow!. En cuanto a Davidelfín no estoy de acuerdo contigo, me gusta mucho su universo, lo que crea, me gusta mucho él, su estética que para mi es única, me gusta mucho la facturación de sus prendas y lo que luego vende en sus tiendas, de calidad está muy bien y de precio está genial.
a mí ed él me gusta que se empeñe en que lo suyo es un concepto y un todo y un proyecto multidisciplinar y bla bla bla. Es pretencioso y a veces ridículo, desde luego, pero también coherente y muy consciente del negocio en el que está. El problema de las estéticas sincréticas como la de Delfín es que a veces se descifran con demasiada facilidad y dejan de resultar efectivas.
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