Jordi Labanda me parece un representante perfecto de la Barcelona actual. De lo que es ahora esta ciudad, creativamente hablando, convertida en una fotocopia borrosa de lo que debería ser, después de unos años, los ochenta y los noventa, en los que, aunque fuese a golpe de subvención y apoyo público, se colocó en el mapa de la creatividad mundial. Queda algo de aquello, claro, pero el frenazo es obvio y claro. Y, desgraciadamente, se hace más esfuerzo en querer ocultarlo que en intentar ponerle remedio y pisar de nuevo el acelerador. Pues aunque tengamos que volver a pagar entre todos la gasolina, ahora es cuando un crecimiento a base de innovación y creatividad es más necesario. Volvamos al principio: Labanda. Es la nueva Ágata Ruiz de la Prada, es decir, un producto de consumo infantil y juvenil que intenta negar lo evidente y pretende que nos creamos que lo suyo tiene validez. Como la colorida Ágata, algo me dice que los gustos personales de Labanda no podrían estar más alejados de lo que él mismo produce. Como Díaz Ferrán, dudo que Labanda comprase sus propios productos. Tampoco le culpo por ello, desde luego, pues eso confirmaría que tiene buen gusto.
domingo, 24 de enero de 2010
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2 comentarios:
Labanda no ha sabido crecer,o quizás no se ha adaptado a los tiempos, o se ha conformado con vender libretas y lapices y quiere acabar siendo un Pierre Cardin en toda regla¡
A mi me encantaba cuando era ilustrador de Wall Paper(pero tampoco la revista es lo que era).
Hace poco lo vi en la presentación de un móvil que él había decorado,y me pareció triste,tímido y falto de color ,igualito que el móvil ¡
le falta el morro que le echa la de la Prada (y eso le salva para darle otra oportunidad de reinventarse)
beso:
DELIA
A Labanda lo que le sobra es ambición. No todas las estéticas tienen capacidad de traslación a todos los formatos. No es lo mismo hacer cuadernos que vestidos.
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