domingo, 3 de enero de 2010

spafóbico

Lo de relajarse no haciendo nada no va conmigo. A mí no hacer nada me pone nervioso, muy nervioso. Así que imaginaos cómo es mi relación con los spas: cuanto más lejos, mejor. Nos habían invitado a una noche en el Le Meridien Ra Beach de El Vendrell, pero yo lo del spa (que iba incluído en la invitación), como que no. Mejor un gin tonic en el bar, leyendo el FT Weekend. Mucho más relajante, dónde va a parar. Eso sí, tanto la cena como el desayuno, ambos de bufé, eran fabulosos. Un buen finale antes de la dieta rigurosa que he empezado hoy mismo. Un colofón de queso con fuegos artificiales de pastelitos y traca de panecillos con mantequilla. Y bacon, siempre bacon, eso no puede faltar en cualquier desayuno maximalista de hotel que se precie. Extraño haber pasado por tres hoteles de lujo en las últimas dos semanas, justo ahora que gastar dinero (y mucho) es lo último que debería estar haciendo. Por ahora me he quitado del coleccionismo (pues esa es la palabra) de zapatillas, que ya es algo. Lo de las zapatillas es una religión para muchos, eso es innegable. Y dentro de esa religión, mi secta, la de los adictos (pues esa es la palabra) a New Balance es quizá la peor secta. También estoy en proceso de desintoxicación de eso, e intentaré controlarme para no adquirir un (otro) par de New Balance 577 de edición limitada, diseñadas esta vez por la tienda berlinesa Overkill. No están mal, pero quizá se parecen demasiado a las Nike Air Maxim, ese modelo supuestamente revolucionario pero que me da la sensación de que no se ha vendido demasiado bien. Yo las compré rebajadas, cuando no era tiempo (ni mucho menos) de rebajas, y en la misma tienda Nike de Paseo de Gracia. A mi entrenador de PowerPlate (lujo que, por cierto, voy a tardar un mes más en quitarme) le encantan. Igual es por eso por lo que me mete esas palizas sobre la maquinita de marras, porque quiere heredar las Nike. Tiene sentido, ¿no?


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